El Madrid aplica la ley del mínimo esfuerzo

El Real Madrid aprovechó el traspiés del Atlético y regresó a lo alto de la tabla atando una victoria compleja ante un Rayo estupendo, que tuvo sus opciones hasta el último instante del partido, aprovechando el modo ahorro de energía que activó el equipo blanco poco antes del descanso. Anotaron los que tienen que marcar diferencias, Mbappé primero y Vinicius después, y dieron el duelo por cerrado, mal asunto ante un rival que nunca se descompone. Esta vez no sufrió demasiado el Madrid por el buen pulso de Modric y Tchouaméni para evitar la desconexión total. Eso sí, no fueron suficientes para librar al equipo de una pitada del madridismo, experto en detectar cuando su equipo perrea. En el Madrid no se toleran faenas de aliño.

Lo que no se puede negar es que esta vez los que eligen marcar diferencias en lugar de correr cumplieron con su parte. Érase un partido equilibrado, con un Madrid correcto y un Rayo valiente, presionando a casi todo el campo, hasta el punto de dar algún que otro susto al Bernabéu. Ratiu había probado a Lunin después de un robo en campo contrario sobre Vinicius, y Asencio había puesto a prueba la salud cardiaca del personal con una cesión sin mirar que cogió a contrapié a su portero. En esa media hora de partido el Madrid estuvo serio aunque sin exagerar, más allá de un palo de Vinicius tras una incursión de Rodrygo. Entonces aparecieron los que tienen que marcar diferencias. Mbappé arrancó en línea de medios, se apoyó en Vinicius que le tiró la pared larga, el francés frenó ante Lejeune, se quedó el rebote y remató con violencia, cruzado. El dolor de muelas se esfumó en la celebración, enrabietada. Cuatro minutos después, el ataque desembocó en Vinicius como extremo izquierdo que buscó el desborde, volvió sobre sus pasos, rebasó a Lejeune y cuando se midió a Ratiu amagó por un lado para rematar por el otro. 2-0 en un pestañeo.

Debió preguntarse el Rayo qué había hecho para merecer semejante castigo. Nada malo, claro. De hecho, entre un gol y otro, probó Embarba desde lejos pero se encontró con Lunin, bien colocado. Es un equipo atractivo el de Iñigo Pérez, con Ratiu y Espino encimando a los extremos blancos hasta campo ajeno, con Ciss compensando tras la línea de cuatro medios y con Álvaro García como falso 9, buscando en velocidad los costados de Asencio y Alaba. Mejor el austriaco en esa puesta a punto acelerada. El caso es que el Rayo obligó al Madrid a ser muy preciso en la salida, rápido y con pocos toques. En ese tipo de juego hay pocos mejores que Modric, que regaló una acción en la medular al alcance de muy pocos. A su lado creció Tchouaméni, que va ganando en confianza. Y no sentenció el Madrid porque Mbappé no aprovechó una buena presión para forzar el error de Batalla. Paradón del meta argentino para sostener al Rayo en el partido. Tuvo su recompensa.

Andaba el Bernabéu saludándose entre Fondo Norte y Fondo Sur, un pasatiempo de final de partido sentenciado, cuando el Rayo sorprendió a todos. En un ataque rápido por izquierda, Pedro Díaz pivotó con Álvaro García, armó el tiro y sorprendió a Lunin con un disparo seco que se estrelló en el larguero, botó dentro y regresó al travesaño de nuevo para volver al campo. Lo detectó el VAR (esta es su misión principal) y concedió el 2-1 que metía pimienta al segundo acto. El problema es que el Madrid, cuando da por liquidado un asunto, le cuesta volver a la faena. Se notó en la primera opción de la segunda parte, una falta botada con astucia por Modric para poner a Mbappé mano a mano con Aridane, a campo abierto. Le encaró, quebró hacia dentro y remató al lateral de la red, sin más lamentaciones. Como si no pasara nada.

Al Rayo le venía de perlas el panorama. Porque no se descompone y busca su jugada con paciencia. Tienen jugadores rápidos que buscan los espacios, donde sufre el Madrid si se parte. Compensó algo Bellingham, que es centrocampista y sabe el oficio, pero la primera intervención de Ancelotti fue meter a Valverde por Rodrygo. Habían brotado ya pitos en la grada, pese al triunfo provisional, porque se masticaba otro final de partido apurado por pura haraganería. Iñigo Pérez hizo tres cambios de una tacada, entre ellos Balliu para soltar las cadenas a Ratiu. Es un cañón el lateral franjirrojo. No llegaba el Rayo, pero el Madrid no daba buenas sensaciones. Entró Camavinga por Mbappé, que se marchó enfadado, pero Eduardo perdió los dos primeros balones fáciles que tocó, para desesperación del personal. Preocupante lo de Eduardo, que parece despistado, Intervino Modric para quedarse la pelota, después de haber servido las mejores acciones blancas, y para contener el crecimiento rayista junto a Tchouaméni, impecable en el juego sin balón. Y casi con balón, qué caramba. El Rayo acabó volcado en campo rival, y aunque el Madrid perdonó alguna contra, ya con Bellingham exhausto, el Bernabéu acabó pitando a su equipo. Detecta la pereza, y aunque sabe que el derbi de Champions lo impregna todo, exige el máximo. Primero, la Liga. Y después, a jugarse media temporada en el Metropolitano. Ahí no habrá dónde esconderse.

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